Escribo estas líneas con un café frente al mar. Mientras bajaba por las callejuelas empedradas que tanto me fascinan de mi (nuevo) pueblo para llegar hasta aquí, observaba los balcones con geranios a mansalva, las contraventanas de madera azules, la buganvilla rebosando sobre el blanco impoluto de las fachadas… Y el vaivén de unas sábanas ondeando al viento que no hacían más que susurrarme al oído: el verano ya está aquí.
Y es que, no sé si llevas la cuenta, pero quedan exactamente 16 días y 8 horas para la llegada del estío a nuestras vidas.
Los de Estrella Damm no tardarán en publicar su clásico estival y entonces, como ya ocurrió anteriormente con Billie the vision y su Summercat, con The Triangles y Applejack, The Herman Düne y su I wish that I could see you soon o con Love of Lesbian y su Fantastic Shine, entre tantos otros, nos pasaremos los próximos tres meses canturreando el himno veraniego en cuestión a todas horas.
Y es que #Mediterráneamente no es solo el slogan de una cerveza. Tampoco son solo los buenos momentos junto a la gente que queremos en compañía del mar, de buena música y de algún bebercio fresquito que nos quite el achicharramiento.
Mediterráneamente es… Un estilo de vida, o quizá una actitud frente a ella. Un lugar donde los relojes se pararon hace tiempo y los días se miden en puñaditos de Lorenzo en vena. Donde siempre es verano y huelen las plazas a baile y verbena. Una coordenada. El punto exacto donde se besan el turquesa de los mares y el blanco inmaculado de las callejuelas estrechas y llenas de flores. Un verano eterno.
Bien… no sabría definirlo con exactitud. Aunque sí creo que tiene mucho de las dos últimas cosas. De verano y de eterno. Supongo que por eso me mudé hace ya dos años al paraíso con un único propósito: llenar a cada paso mis pulmones de salitre. No dejar de mirar nunca con los ojos del viajero, que ve belleza allí donde otros ven rutina… Tomar la risa por bandera. No dejar de buscar jamás motivos para arrimar unas copas y celebrar frente al mar.
¿Existe acaso mejor receta de la felicidad para un alma mediterránea como la mía?
Queridas almas viajeras, abróchense los cinturones porque este avión despega rumbo al verano. ¡Que empiece el picoteo sensorial veraniego!
Cuadros que hablan del verano
Sorolla, Monet, Hopper, Paul Ferney o Jessica Brilli son buen ejemplo de que, en efecto, es posible pintar el verano y colarnos a través de sus obras en playas y calas recónditas, jardines, terrazas, piscinas o hasta en las más placenteras siestas ajenas. ¿Se puede viajar al verano a través del arte? Para muestra, un botón.
Call me by your name o un verano en el que quedarse a vivir
La historia de amor entre Elio Y Oliver es capaz de sumergirnos en una atmósfera cálida, aletargada e hipnótica al son de las chicharras, las largas siestas, las lecturas frente a la piscina, los paseos en bicicleta o esa brisilla veraniega que entra en casa batiendo las ventanas de madera y ondeando las cortinas al viento. Un auténtico viaje al verano (y al norte de Italia) acompañado de una sensibilidad y una estética absolutamente maravillosas. Creo que no me cansaré nunca de ver esta película… Si todavía no la has visto, puedes hacerlo en Netflix.
Palabras veraniegas del mundo
En España tenemos una palabra intraducible en otros idiomas que nos define a la perfección culturalmente hablando: sobremesa. Ese bendito ratito tras la comida dedicado a la conversación, a la digestión y al disfrute sin prisa en buena compañía que, especialmente en verano, puede alargarse hasta la hora de la cena... ¿Pero y qué otras palabras típicamente veraniegas existen en el mundo? Aquí un diccionario estival al respecto.
Engullir el verano a sorbitos
Existen infinidad de recetas para combatir el calor y disfrutar de los placeres de la mesa sin que acabemos con la panza a reventar ni nos roben demasiado tiempo en la cocina: sandía fresquita, gazpacho y salmorejo a deshora, ensalada tropical, granizado de limón, salpicón de marisco, melón con jamón… Pero el otro día descubrí esta maravilla de elixir veraniego al que estoy deseando hincarle el diente muy pronto hecho con una de las plantas más instagrameables y bonitérrimas del mundo. ¿No te parece que beberse este brebaje es casi como engullir el verano a sorbitos?
El verano hecho fotografía
O cómo enamorarse perdidamente de un perfil de instagram… En concreto, éste de Holly Chippindale, una fotógrafa australiana que sabe capturar como nadie el verano en vena y el mediterráneo.
¿A qué huele el verano? Me pregunto a veces.
Dice Jesús Terrés en su libro ‘Nada Importa’, que «El verano es una noche de verano o no es. Verano es todas las cosas que saben y huelen a verano, pero si tengo que resumir la emoción del estío siempre será la de esa hora mágica del atardecer, la de la brisa esquiva y la primera copa antes de la cena…»
Y es que si el verano fuera un olor, no tengo dudas de que sería precisamente ese instante del que habla Terrés. Una buena ducha tras un largo día de playa, el olor a crema hidratante en la piel, el placer de no tener que maquillarse porque pa’ eso ya está el moreno, escoger el mejor vestido del armario, salir a celebrar, a brindar, a bailar… o a lo que surja.
Año tras año me pregunto lo mismo. ¿No sería ideal poder guardar ese momento dentro de un frasco y convertirlo en fragancia para los días grises?
Un viaje blanquiazul con sabor a agua salada
¿Te imaginas poder envolver el verano dentro de una caja muy especial de 30x30cm y regalársela a alguien que ama el mar porque fue pescaíto en otra vida?
No es ‘Caribe Mix’ pero se le parece bastante
El otro día en casa de mis padres, rebuscando entre los cajones del escritorio de mi antigua habitación unas Rayban Wayfarer edición limitada de mi juventud que me había pedido mi hermana desde Madrid, viajé a mi adolescencia. Primero lo hice con las gafas en cuestión, me miré al espejo con ellas y entonces me di cuenta de que si esas Wayfarer eran lo suficientemente cool para alguien tan trendy como la veinteañera fashion de mi hermana, eran también lo suficientemente cool para mí. Así que no se las mandé a Madrid (sorry not sorry, Marta). De hecho, las llevo puestas ahora mismo mientras escribo este vermú frente al mar bajo el Lorenzo porque no veo un pimiento.
La otra culpable de ese viaje inesperado a mis tiempos mozos y púberes fue una caja con algunos CD’s de música con frases escritas a rotulador del tipo “Verano 2005”, “Caminito al pueblo 2006” o “No es Caribe Mix pero se le parece bastante”. (Sí, lo sé, mi creatividad poniendo nombres siempre fue desbordante).
El caso es que reviví aquel ‘vuelta y vuelta’ que los de la generación de ceseses aún recordamos, escogiendo meticulosamente las canciones -previamente descargadas de forma pirata- que grabaríamos con Windows XP en cada cara del CD que amenizaría los trayectos eternos en coche de nuestras vacaciones en familia (y, por supuesto, las verbenas del pueblo).
Si quieres sentirte hoy más viejoven que nunca, solo tienes que darle al play.
La despedida
Lo confieso. Nunca he sido una gran amante de las despedidas. Por eso, para no ponernos tristes llegadas estas últimas líneas de vermú, he pensado en algo: una sobremesa interactiva. Un ratito de mambo y hedonismo tras todo este picoteo sensorial que nos hemos metido entre pecho y espalda con un único objetivo: celebrar la vida, compartir experiencias y conocernos un poquito más.
La idea es que al final de cada vermú encontréis el tema de la sobremesa en cuestión, para que me vayáis enviando cositas y comparta algunas en Instagram. Pero claro, para que esto funcione, tenemos que tener clara una cosa: lo importante es participar. ¡Así que estaré deseando leeros y brindar a vuestra salud!
La sobremesa de hoy
El verano es la estación de la sobremesa por antonomasia. La vida se dilata, la prisa se derrite como un cucurucho de chocolate al sol y esos benditos ratos de tertulia tras las comilonas entre familia o amigos se convierten en un lugar donde quedarse a vivir.
El cometido de esta sobremesa de junio: ¿Cuál es tu definición de verano perfecto?
Puede ser una imagen, un recuerdo, un lugar, una frase, un olor, tu plato favorito… Está todo permitido, solo tienes que escribirlo en comentarios si estás leyendo esto en Substack, subirlo a Instagram etiquetando a @cuentosviajeros o responderme a este email. ¡Me muero por saberlo!
Y es que supongo que el verano perfecto no es más que una suma de momentos incandescentes escogidos a conciencia en nuestra memoria, de la misma manera que escogíamos todas y cada una de aquellas canciones que grabar en los discos de antaño. Momentos a granel que son “casa” para cada uno de nosotros, refugio al que volver cuando el invierno se nos hace bola.
PD. No tengo pruebas, pero tampoco dudas, de que el verano es la mejor época para ser felices. Así que solo os pido una cosa (aparte de vuestra participación en la sobremesa): sed felices.
¡Nos vemos el 2 de julio!
Me encanta! No hay mejor manera de describir y sobretodo, de disfrutar del verano!!! 😍